Dios responde a la oración. Pero, a veces, Dios guarda silencio.
Como creyentes, todos hemos estado ahí o estaremos en algún momento. Podemos buscar a Dios con sinceridad, pero a cambio solo percibimos Su silencio. Y este silencio puede ser difícil, frustrante e incluso desgarrador.
La Biblia relata la historia de un hombre llamado Job, quien estaba muy familiarizado con el silencio de Dios. En su dolor y sufrimiento, clamó a Dios. Pidió respuestas. Y siguió pidiéndolas.
Pero durante los primeros 37 capítulos del libro de Job, sus súplicas de ayuda y alivio fueron respondidas únicamente con el abrumador silencio de Dios.
Como cristianos, no siempre escucharemos la voz de Dios, pero a partir de Job podemos aprender algunas lecciones prácticas para los momentos en que Dios parece guardar silencio.
Comienza preguntándote: ¿Hay algún pecado no confesado en mi vida? Asegúrate de que nada esté bloqueando tu capacidad para escuchar la voz de Dios.
El Salmo 66:18 dice:
“Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado” (Reina Valera 1960).
Esto requiere mirar profundamente en nuestras vidas. Pregúntate:
¿Hay algo (o alguien) que amo más que a Dios?
Mientras Dios te muestre cosas, pídele perdón. Recuerda, no hay vergüenza en el arrepentimiento. Este acto de fe agrada a Dios y restaura nuestra comunión con Él.
Reconoce que Dios puede guardar silencio. Él no está obligado a responderte, informarte o dejarte saber algo.
A.W. Tozer escribe en El conocimiento del Dios Santo:
“Se dice que Dios es absolutamente libre porque nadie ni nada puede detenerlo, obligarlo o interferir en Su voluntad. Él siempre puede hacer lo que desea, en cualquier lugar y momento.”
Al igual que nosotros, Job enfrentó la elección de reconocer o rechazar la autoridad de Dios. Ante su sufrimiento y pérdida, su esposa le sugirió que maldijera a Dios y muriera. Pero Job respondió:
“¿Aceptaremos solo lo bueno de Dios y no lo malo?” (Job 2:10, NTV).
Aceptar la autoridad de Dios también implica confiar activamente en Él, sabiendo que está en control y que es digno de confianza. Como dijo Job:
“Aunque Él me mate, en Él esperaré” (Job 13:15, ESV).
Aunque Dios pueda parecer silencioso respecto a una petición específica, recuerda que siempre está en comunicación constante con nosotros.
Es posible que ya tengas una respuesta de Dios en Su Palabra. La Biblia está llena de principios sobre lo que es correcto e incorrecto, así como sobre el carácter de Dios y Sus planes para nosotros como Sus hijos y seguidores.
No olvides profundizar en la Palabra de Dios, Su comunicación escrita para nosotros, para descubrir lo que tiene que decir acerca de los problemas que estás enfrentando o las preguntas que estás haciendo.
Al leer la Biblia, pídele al Espíritu Santo que te hable. Muchas veces, un versículo adquiere un nuevo significado a la luz de las dificultades actuales.
El silencio también puede ser una señal de la confianza de Dios en ti.
En el Evangelio de Juan, se relata la historia de Lázaro, María y Marta. Cuando Jesús supo que Lázaro estaba enfermo, en lugar de ir rápidamente a su casa para sanarlo, permaneció dos días más donde estaba (Juan 11:6). Antes de que Jesús llegara a Betania, Lázaro había muerto.
Para María y Marta, el silencio de Jesús pudo interpretarse como negligencia, como si Jesús no se preocupara por ellos. Esto refleja muchas de las emociones que sentimos cuando Dios no responde de inmediato a nuestras súplicas.
Sin embargo, en el silencio de Jesús, junto con María y Marta, somos llevados a una nueva cercanía con Dios y a un mayor entendimiento de Su poder. Cuatro días después de su muerte, Jesús resucitó a Lázaro, demostrando Su poder.
Oswald Chambers escribe en En pos de lo supremo:
“Cuando no puedes oír a Dios, descubrirás que Él confía en ti de la manera más íntima posible: con un silencio absoluto, no de desesperación, sino de placer, porque vio que podías soportar una revelación aún mayor.”
El silencio, en el amor, puede ser una señal de intimidad.
Para Job, el silencio de Dios también fue un reflejo de la profundidad de su relación. Cuando Satanás se acercó a Dios, Él dijo:
“¿Te has fijado en mi siervo Job? No hay nadie como él en la tierra, un hombre intachable y recto, que teme a Dios y se aparta del mal” (Job 1:8, ESV). Dios eligió a Job porque confiaba en él.
El hecho de que Dios parezca guardar silencio no significa que debas dudar de Él o dejar de orar.
El silencio de Dios no es una licencia para alejarnos de Él. Más bien, es una invitación a acercarnos más y buscarlo con mayor diligencia.
Los salmistas frecuentemente clamaron a Dios en medio de Su aparente silencio. David dijo:
“Dios mío, clamo de día, pero no respondes; y de noche, pero no hallo descanso” (Salmo 22:2).
Job también clamó continuamente a Dios, pidiéndole que respondiera. Durante muchos capítulos del libro de Job, Dios permaneció en silencio. Pero en el capítulo 38, Dios respondió y le hizo preguntas a Job:
“¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia” (Job 38:4).
Dios siempre está en control. Escuchó las súplicas de Job y, en Su sabiduría, esperó el momento perfecto para hablar.
Dios responde a la oración, incluso cuando parece guardar silencio. Su silencio no es una ausencia, sino una oportunidad para confiar en Su tiempo perfecto y Su plan soberano.
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