La inmoralidad sexual y la pornografía se han convertido en algunos de los obstáculos más apremiantes y prevalentes para el crecimiento espiritual de los hombres.
La serie "Batalla contra la carne" es una colección de artículos, pasos a seguir y guías de discusión en grupo en torno a estos temas, diseñada específicamente para los hombres. Aborda sin miedo la lujuria, el sexo y la pornografía de una manera clara y completa.
La serie no fomenta la culpa, sino que ayuda a las personas a comprender la batalla a la que se enfrentan y a poner en práctica medidas prácticas de crecimiento. La serie cubrirá el diseño de Dios para el sexo, la pornografía, la masturbación, las causas del pecado habitual, la rendición de cuentas, los límites en las relaciones amorosas y cómo cambiamos para parecernos más a Jesús.
Puedes encontrar los artículos y tareas de la serie de "Batalla contra la Carne" a continuación.
No hay una solución sencilla para el problema de la lujuria, pero las personas que han visto la victoria sobre el pecado sexual y la tentación tienen algunas tácticas de batalla comunes: tomar una decisión clara y memorable de luchar, y proponerse no hacer concesiones.
El sexo no es malo. Es una de las pocas maneras en que podemos reflejar la naturaleza de la Trinidad aquí en la tierra. La lujuria, la inmoralidad sexual y la pornografía son perversiones del buen diseño original de Dios.
La masturbación no se trata directamente en la Biblia. Eso no significa que esté bien o sea buena; sigue siendo una perversión del diseño de Dios para el sexo. La masturbación distorsiona nuestra visión del sexo para que sea acerca de nuestro placer y una solución rápida en lugar de centrarse en la entrega y la intimidad en una relación matrimonial comprometida.
Para ver el éxito, necesitamos confrontar la tentación siempre presente del sexo. Gran parte de esta batalla consiste en aprender nuevas formas de responder, en lugar de reaccionar, a las situaciones de la vida. Esta lucha es mucho más que pecado sexual o lujuria. Esta lucha se trata de aprender a lidiar con nuestro estrés y dolor pasado de maneras saludables en el contexto de una comunidad.
Si vamos a ver la victoria en nuestra lucha contra la lujuria y la pornografía, necesitaremos el poder de un equipo, de la comunidad y de la rendición de cuentas. El objetivo de la rendición de cuentas no es simplemente tranquilizar nuestra conciencia, aunque ese sea un beneficio secundario. El objetivo es animarnos y empujarnos unos a otros a seguir adelante.
La batalla de la lujuria consiste, en última instancia, en hacer frente a las mentiras fundamentales que el enemigo nos hace creer sobre nosotros mismos, sobre Dios y sobre los demás. Estas mentiras a menudo se desarrollan a través de dolorosas experiencias de vida que han dejado heridas emocionales en nuestras almas. Deja que Jesús sane estas heridas.
Cuando ponemos nuestra fe en Jesucristo para el perdón de nuestros pecados, la persona del Espíritu Santo (el Espíritu de Cristo), viene a vivir en nosotros. Nuestros cuerpos son ahora lugares sagrados, y somos templo de Dios. El pecado sexual profana el templo de Dios. La buena noticia es que el Espíritu Santo puede capacitarnos para huir de las indulgencias y correr tras una rectitud madura.
Una vez que nos comprometemos a buscar la pureza sexual, necesitamos emplear algunas tácticas muy básicas pero cruciales para guardar nuestros corazones contra la lujuria. Debemos identificar lo que desencadena nuestra lujuria para que podamos evitar estas cosas cuando sea posible y tener un plan para tratar con ellos de frente cuando son inevitables.
El contacto físico es una parte normal del afecto humano, pero una parte crucial de la batalla es evitar la excitación sexual fuera de la relación matrimonial. No se trata de "¿Hasta dónde puedo llegar?", sino de "¿De qué maneras puedo mostrar afecto físico que sea apropiado para nuestro nivel de compromiso y que no cause excitación sexual?".
Si has puesto tu confianza en la muerte de Cristo en la cruz como pago por tus pecados, has sido perdonado. Pero seguirás pecando. Entonces, ¿qué debes hacer cuando pecas? Sólo cuando escuchamos la verdad y permitimos que el gran amor de Dios cubra nuestra vergüenza es que podemos experimentar el verdadero arrepentimiento.
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