En el libro "El emperador del perfume", Guy Roberts cuenta que le pidieron que creara una nueva fragancia para Christian Dior. Le avisaron de que un nuevo cargamento de ámbar gris -el ingrediente fundamental de muchos perfumes- había llegado a la costa. Ámbar gris es un nombre maravillosamente poético para lo que en esencia es vómito de ballena. Una ballena lo expulsa, flota en la superficie del océano durante una década, se descompone y, de repente, vale unos $100,000 dólares el metro.
Roberts se presenta, toca el ámbar gris para comprobar su pureza y, como nadie quiere tener vómito de ballena en las manos, va al baño y se lo limpia con una pastilla de jabón de diez centavos. Varias horas más tarde se huele las manos, y por eso, amigos míos, ahora tenemos la fragancia clásica, Chanel N° 22. Es hermoso cuando los dos ingredientes, vómito y jabón, se encuentran. Del mismo modo, el perdón es el encuentro de tu pecado (vómito moral) y el jabón de Dios (la muerte de Cristo en la cruz).
Debido a la muerte de Cristo en la cruz, tus pecados han sido perdonados. Pero seguirás pecando. Entonces, ¿qué debes hacer cuando pecas? ¿Y qué hacer cuando no te sientes perdonado? Para encontrar respuestas a esto, nos dirigimos al final del libro de Juan, donde leemos:
Cuando terminaron de desayunar, Jesús le preguntó a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? —Sí, Señor, tú sabes que te quiero —contestó Pedro. —Apacienta mis corderos —le dijo Jesús.
Y volvió a preguntarle: —Simón, hijo de Juan, ¿me amas? —Sí, Señor, tú sabes que te quiero. —Cuida de mis ovejas.
Por tercera vez Jesús le preguntó: Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? A Pedro le dolió que por tercera vez Jesús le hubiera preguntado: “¿Me quieres?” Así que le dijo: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero. Apacienta mis ovejas —le dijo Jesús—. De veras te aseguro que cuando eras más joven te vestías tú mismo e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos y otro te vestirá y te llevará adonde no quieras ir. Esto dijo Jesús para dar a entender la clase de muerte con que Pedro glorificaría a Dios.
Después de eso añadió: ¡Sígueme! Al volverse, Pedro vio que los seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había reclinado sobre Jesús y le había dicho: “Señor, ¿quién es el que va a traicionarte?” Al verlo, Pedro preguntó: —Señor, ¿y este, qué?
Si quiero que él permanezca vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú sígueme no más. (Juan 21:15-24, NVI).(Juan 21:15-24, NVI).
Observa, en primer lugar, que Jesús pregunta tres veces a Pedro: "¿Me amas?". ¿Por qué crees que lo hace? ¿Porque Jesús no lo sabía? No. Jesús le preguntó tres veces porque Pedro lo negó tres veces. A primera vista, casi parece cruel, como cuando tu cachorro sin adiestrar va al baño en el suelo y le frotas la nariz para que no lo vuelva a hacer. Pero eso no es lo que ocurre aquí. Jesús conoce el corazón de Pedro. No hace la pregunta porque necesite oír la respuesta, sino porque Pedro necesita decirla.
Hay innumerables veces que mi hijo deja un desastre en el patio, (¡No, no se lo froto en la nariz!) y le hago la pregunta general: "¿Quién hizo esto?". No necesito oír la respuesta. Ya lo sé. La pregunta no es para mí, sino para mi hijo. Él necesita decirlo. Por eso necesitamos confesar nuestro pecado: para nuestro propio crecimiento y sanidad.
Primera de Juan 1:9 (NVI) dice, “Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad”.
La palabra confesión significa básicamente estar de acuerdo con Dios. En primer lugar, estamos de acuerdo con Dios en que lo que hemos hecho está mal. No racionalizamos nuestro pecado ("Sí, lo maté, pero él me robó el borrador primero"). También estamos de acuerdo con Dios en que Él nos ha perdonado (reconociendo que la muerte de Jesús ha pagado por ese pecado). Y por último, estamos de acuerdo en apartarnos de nuestro pecado y cambiar nuestro curso de acción (arrepentimiento), pidiendo Su ayuda para hacerlo.
Aquí hay una regla general: Cuando alguien te dice, "¡No comas nieve amarilla!" entonces no la comas. Aquí tienes otra: Nunca le des chocolate a tu perro. Los perros no tienen una enzima que procese el chocolate, así que les sienta mal porque no pueden digerirlo. Cuando se trata de pecado sexual, aunque lo hayamos confesado, el perdón de Dios a menudo puede pasar a través de nosotros. Simplemente somos incapaces de digerirlo. Aquí hay un ejercicio sugerido:
Escribe todos tus pecados en un papel. Luego envíamelos. (Es broma). Confiesa cada uno de ellos a Dios mientras los escribes. Luego escribe la promesa de Dios que se encuentra en 1 Juan 1: 9 a lo largo de la lista: “Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad”. Ahora arruga el papel y tíralo. A veces, este ejercicio puede ayudarte a visualizar y digerir el perdón de Dios.
Aunque nuestra relación con Dios nunca cambiará, nuestra comunión puede hacerlo. La confesión restaura nuestra comunión con Él. Confesamos el pecado siempre que nos damos cuenta de él. El acto de la confesión es un proceso de cuatro pasos. Tenemos que llamarlo pecado, llamarlo perdón, apartarnos del pecado y pedir ayuda a Dios y a los demás.
En la película Cuestión de honor, Jack Nicholson interpreta a un presuntuoso comandante de marina que se ve obligado a subir al estrado en un juicio por asesinato en el que se le ordena decir la verdad, a lo que él responde: "¿La verdad? Usted no puede con la verdad". Sinceramente, la mayoría de nosotros no podemos, pero necesitamos hacerlo si queremos crecer. Volvamos al pasaje de Juan 21: Cuando terminaron de desayunar, Jesús le preguntó a Simón Pedro: —Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? —Sí, Señor, tú sabes que te quiero —contestó Pedro. —Apacienta mis corderos —le dijo Jesús".
Si has leído la historia de la vida de Jesús, recordarás que, justo antes del arresto de Jesús, Pedro se jactó ante Él de que "aunque todos te abandonen, yo no". Pedro reclamaba una devoción mayor que la de los demás discípulos.
Jesús, en Juan 21, confronta a Pedro con su pecado. La cirugía espiritual está teniendo lugar, y como las operaciones en los programas de Emergencia, es bastante repugnante de ver. Pero es totalmente necesaria. Pedro, sin duda, está centrado en su negación de Jesús, lo que probablemente le ha hecho pasar por alto los pecados fundamentales de toda la debacle: el orgullo, la autosuficiencia y el exceso de confianza. Pedro necesita oír la verdad, pero debido al dolor que puede causarle, se necesita mucho valor para escuchar y ser confrontado con ella.
A menudo, la parte difícil de ser capaz de responder a la verdad es que la vergüenza se interpone en nuestro camino. Es propio de la naturaleza humana querer esconderse cuando nos enfrentamos a una verdad dolorosa. Una mirada rápida a la respuesta de Adán y Eva a Dios después de que comieron la fruta prohibida en el jardín del Edén te mostrará esto. Dios los invitó gentilmente a una conversación sobre su elección y en lugar de confiar en el carácter de Dios, se escondieron de Él. Eso es lo que hace la vergüenza. Hace que te escondas de Dios y de los demás por miedo. Necesitas desesperadamente experimentar el gran amor y cuidado de Dios por ti, especialmente en medio de tus pecados más profundos y oscuros que juras que te llevarás a la tumba sin que nadie lo sepa.
La tristeza piadosa o el arrepentimiento son emocionalmente dolorosos, por lo que tendemos a evitarlos. Tratamos de confesar rápidamente y dejar atrás nuestro pecado ("Perdón-Dios-por-todas-las-cosas-malas-que-hice-hoy-por-favor-bendice-a-la-Tía-Gertie-y-quiero-un-videojuego-nuevo, Amén"). Pero sólo cuando nos atrevemos a escuchar la verdad, permitimos que el gran amor de Dios cubra nuestra vergüenza y nos lamentamos por cómo hemos alejado a Dios, es que podemos experimentar el verdadero arrepentimiento. El arrepentimiento, a su vez, se convierte en un verdadero cambio de vida y en una experiencia de la misericordia de Dios.
Se necesita valor para escuchar la dolorosa verdad porque la dolorosa verdad revela la realidad. Vivir a la luz de la realidad conduce al arrepentimiento (un cambio de dirección en la vida) cuando empiezas a confiar de verdad en la gracia de Dios. Y experimentar regularmente la gracia de Dios conduce a la alegría y a la experiencia de la misericordia de Dios. El valor es una paradoja: amar la vida lo suficiente como para caminar a un centímetro de la muerte con el fin de conquistarla. Porque Pedro, quiere la vida -más que nada- está dispuesto a arriesgarse a que una bala de verdad le dispare a quemarropa; confía en que Jesús realmente se preocupa por él. No pases por alto el pecado, sino permite que Dios y los demás te presenten toda la verdad de tus acciones.
Para muchos de nosotros, escuchar y recibir la verdad es un acto total de fe porque hemos estado viviendo de la dieta de hambre de la gracia. No confiamos en que Dios o los demás nos seguirán amando y aceptando si saben lo desordenado que está nuestro corazón. Sin embargo, lo que descubrirás es que el regalo de la no-condena de Dios y de los demás es lo que te permitirá ir y no pecar más. Vivir libre del pecado habitual significa hacer de vivir en la luz un estilo de vida. Has hecho de vivir en la oscuridad un estilo de vida y necesitas construir tus músculos de confianza en que eres amado tal como Dios te hizo ser, incluyendo todas tus partes desordenadas.
¿Deberías contarle tus pecados a otra persona? "Amigo, sí". ¿Te has dado cuenta de que puedes decir cualquier cosa si añades " amigo" delante? "Amigo, ¿me das las llaves de tu auto y tu primogénito varón?" Claro. "Amigo" exige una respuesta afirmativa. Sin embargo, aparte de que yo te manipule mediante el uso de la palabra "amigo", hay razones bíblicas para encontrar a alguien de confianza con quien compartir tus "cosas".
Fíjate que en nuestra historia Pedro no se siente perdonado hasta que no ha tenido un debate cara a cara sobre su pecado con Jesús. ¿Te imaginas lo útil que sería ver el rostro de Jesús, su expresión y su sonrisa? Muchas veces no me siento perdonado porque no puedo ver su rostro. Por eso dice Santiago 5:16 (NVI): "Confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz."
¿Ves la razón que da Santiago? "Para que sean sanados". El pecado prospera en la oscuridad. Ponerlo a la luz y al descubierto erosiona el poder del pecado. Confesarse unos a otros rompe el narcisismo, la autocondena y el pensamiento tóxico que orbita alrededor de nuestro pecado. Es un paso de humildad, que siempre invita a la presencia y al poder de Dios. Y ésta es la razón más importante: Ver el perdón manifestado en el rostro de un hermano o hermana en Cristo te ayuda a sentirte perdonado. Es como Pedro teniendo la oportunidad de ver sonreír a Jesús.
El perdón en el ámbito sexual continuará eludiéndonos hasta que encontremos uno o dos amigos cristianos con quienes podamos compartir nuestro pecado y fracaso cada vez que ocurra. De hecho, porque Dios te ama tanto, Él te dará múltiples oportunidades para traer tus secretos a la luz. ¿Has sentido que Él te ha dado esas oportunidades en el pasado? No las dejes pasar. Él te está dando una salida de la superautopista de la lujuria para que puedas encontrar la libertad que tu corazón anhela.
De veras te aseguro que cuando eras más joven te vestías tú mismo e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos y otro te vestirá y te llevará adonde no quieras ir. Esto dijo Jesús para dar a entender la clase de muerte con que Pedro glorificaría a Dios. Después de eso añadió: —¡Sígueme! (Juan 21:18-19, NVI).
¿Por qué Jesús intenta animar a Pedro diciéndole que un día será martirizado ("No te desanimes, Pedro. Algún día te torturarán, te extirparán el bazo y arrojarán tu cuerpo sin vida a los animales salvajes. Anímate!")? Jesús parece estar diciendo: "Pedro, tendrás otra oportunidad. La próxima vez, no me negarás ni huirás, sino que darás valientemente tu vida". Jesús es como un entrenador en el descanso diciéndole a su jugador: "Deja atrás el primer tiempo y vuelve al campo. Hay una segunda parte por jugar, y te necesito en el partido, no lamentándote en la banca".
Al igual que el pecado sexual, el fracaso de Pedro lo ha paralizado espiritualmente, y su relación con Jesús está afectada. La intención de Jesús es restaurar y reenergizar a su discípulo para que su relación pueda restablecerse. Sólo entonces Pedro podrá ser la roca que Jesús sabe que es. El perdón está disponible. Jesús está ayudando a Pedro a aceptarlo.
Exprimamos el último punto o dos de aplicación de nuestro pasaje, ¿de acuerdo?
Después de eso añadió: —¡Sígueme! Al volverse, Pedro vio que los seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había reclinado sobre Jesús y le había dicho: “Señor, ¿quién es el que va a traicionarte?” Al verlo, Pedro preguntó: —Señor, ¿y este, qué? —Si quiero que él permanezca vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú sígueme no más. (Juan 21:19-22, NVI).
Cada uno de nosotros tiene que correr su propia carrera en la vida cristiana, pero es tentador mirar y comparar con la carrera que se desarrolla en el carril junto al nuestro. Pedro, después de haber sido tratado personalmente por Jesús, quiere saber cuáles son los planes de Dios para su amigo Juan. ¿La respuesta de Jesús? No es asunto tuyo.
Nuestra experiencia del perdón queda silenciada por nuestra comparación con las experiencias de los demás. Cuando vemos a otros fracasar en la misma área, con aparente inmunidad, sentimos que podemos bajar la guardia cuando Dios quiere que sintamos convicción. A la inversa, podemos mirar las vidas de los cristianos a nuestro alrededor y crear un modelo del cristiano perfecto, causando que nos desanimemos en nuestro propio crecimiento. Escucha, nadie sabe de qué pecado has salido, qué estrés soportas continuamente, qué agujeros existen en tu corazón, el atractivo individual de cualquier tentación en particular o qué área de tu vida Dios quiere cambiar en un futuro.
Tienes una carrera única y debes seguir progresando. Tu progreso será muy diferente del de la persona del carril de al lado. La comparación puede robarte la experiencia del perdón. Como Jesús le dijo a Pedro, tu trabajo es "seguirme". Cuando caigas, no te aísles ni te hundas en la autocompasión, sino confiesa, arrepiéntete, vuelve a centrar tus ojos en Jesús y vuelve a la carrera.
Imaginemos que Pedro, después de haber pasado por todo este episodio con Jesús, se aleja y uno de los discípulos le pregunta: "Oye, Pedrito, ¿cómo te fue?". Ahora, imaginemos a Pedro diciendo: "Bueno, Él dijo que estaba perdonado, pero yo no lo creo. Creo que en el fondo sigue enfadado conmigo". A lo que quiero llegar es al hecho de que hay un componente de fe necesario para experimentar el perdón que se te ha concedido gratuitamente. Lee estos versículos:
“Pero Dios, que es rico en misericordia…” (Efesios 2:4, NVI).
“El gran amor del Señor nunca se acaba, y su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad!” (Lamentaciones 3:22-23, NVI).
“Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones como lejos del oriente está el occidente”. (Salmos 103:12, NVI).
“¡Qué bondadoso es el Señor! ¡Qué bueno es él! ¡Tan misericordioso, este Dios nuestro!” (Salmos 116:5, NTV).
Los escritores de las Escrituras se enfrentan a un problema lingüístico. ¿Cómo expresar con palabras la grandeza de la misericordia de Dios? Así es como describen la misericordia: Nunca falla. Se desborda en las generaciones venideras. Cada mañana, hay un suministro fresco y abundante porque Dios es rico en misericordia. Todos estos son intentos de describir la asombrosa profundidad y amplitud de la misericordia de Dios para con sus hijos.
Es crítico creer la verdad de las Escrituras y ejercitar la fe en su verdad. Cuando has confesado tu pecado y sientes que Dios todavía debe estar enojado contigo, necesitas tomar un pasaje como Lamentaciones 3:22-23, (A causa del gran amor del Señor no somos consumidos, porque sus compasiones nunca fallan. Son nuevas cada mañana; grande es su fidelidad) y decirle a Dios, y a ti mismo, "Admito que estoy luchando por creer en este momento, pero elijo creer la verdad, Señor, que estás lleno de misericordia, aunque mis emociones me digan algo diferente".
Al observar la restauración de Pedro, vemos los componentes que debemos experimentar para ser perdonados y también para sentirnos perdonados. Cuando nos sentimos perdonados, volvemos a estar libres de cargas para seguir a Cristo.
Como este es el último artículo de este viaje, continúa con las disciplinas y herramientas que has implementado en tu vida. Un gran próximo paso es obtener uno de los recursos que están disponibles en puredesire.org.
No puede haber secretos en tu alma si quieres vivir la vida plenamente libre. Sin embargo, es aterrador revelar tus secretos. La libertad exige los más altos niveles de honestidad y apertura. Para que haya verdadera intimidad en tu vida con Dios, con tus amigos, con tu novia o esposa, no puede haber secretos. Pero llegar a ese punto es una tarea delicada. Haz una lista de tus secretos y comparte cada uno de ellos con Dios. Luego, busca a alguien de confianza con quien puedas compartir también esta lista. No lo hagas con cualquiera. Asegúrate de que sea una persona de confianza. Lo ideal sería que fuera alguien que ha ido antes que tú en su propio viaje para encontrar la libertad del pecado sexual. Tu pastor sería una gran persona a considerar.
Comparte esta serie con algún amigo que consideres será bendecido al leerla.
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