Siempre hay una primera vez para todo: la primera vez que un bebé da un paso, la primera vez en la escuela, la primera vez que compramos un coche o que estrenamos una casa. Son momentos nuevos y emocionantes que nos llevan a territorios desconocidos.
En nuestra fe cristiana también hay primeras veces: la primera vez que escuchamos de Jesús, la primera vez que tuvimos una Biblia, o la primera vez que servimos en un ministerio. Sin embargo, hay una primera vez que suele asustarnos más: la primera vez que hablamos abiertamente de nuestra fe y explicamos a alguien cómo puede conocer a Jesús.
María, una madre en Guadalajara, recuerda la primera vez que habló sobre Jesús con alguien fuera de la iglesia. María era tutora de una adolescente llamada Sofía, quien venía de una familia no creyente. Aunque ya habían tenido conversaciones superficiales sobre la fe, nunca habían hablado profundamente sobre Cristo.
Una noche, después de una sesión de tutoría, Sofía le pidió a María que la llevara a casa de una amiga. Aunque al principio le pareció una molestia, María aceptó y aprovechó el momento para orar en silencio por una oportunidad para hablarle de Jesús.
En el trayecto, Sofía comenzó a contarle sobre la gran fiesta que sus padres, aunque no religiosos, organizaban cada Nochebuena. María bromeó: “Tu familia celebra la Navidad más grande que muchos cristianos que conozco.” Esta simple frase abrió la puerta para una conversación espiritual.
“¿Qué sabes de Jesús?” preguntó María.
“Nada,” respondió Sofía, sorprendiendo a María. “Bueno, excepto lo que he visto en memes y programas de televisión, pero creo que no es muy confiable.”
Entonces María le explicó, en palabras sencillas, sobre el nacimiento de Jesús, Su sacrificio en la cruz y Su resurrección. Evitó usar términos complicados y se centró en quién es Jesús y por qué celebramos Su nacimiento. Aunque Sofía no tomó una decisión de fe esa noche, agradeció la conversación y dijo que la había disfrutado mucho.
María aprendió que hablar de Jesús puede ser natural cuando dejamos que Dios guíe el momento. “Todavía daba miedo porque no estaba acostumbrada,” dice María, “pero me di cuenta de que solo tenía que superar mis temores y confiar en Dios.”
La temporada navideña en México es única, con posadas, villancicos, luces y convivios familiares. Estas tradiciones nos brindan oportunidades perfectas para hablar del verdadero significado de la Navidad. Ya sea en una cena familiar, en una reunión con amigos o mientras disfrutas las luces de tu colonia, las interacciones de esta época suelen ser más alegres y receptivas.
Recuerda: muchas personas están dispuestas a escuchar que Jesús es el verdadero “motivo de la temporada.”
Aquí tienes un acrónimo para guiarte en tus conversaciones sobre Jesús esta Navidad: ACTUAR.
Amor como motivación.
Que las personas vean el amor de Jesús reflejado en tu rostro, tus palabras y tus actitudes.
Conecta encontrando puntos en común.
Escucha con atención y encuentra intereses compartidos para construir una conexión genuina.
Transmite el mensaje de Jesús.
Evita centrarte en debates sobre religiones o iglesias. Habla de Jesús y Su amor.
Usa historias.
Comparte cómo Jesús ha transformado tu vida o la de alguien más. Las historias conectan profundamente.
Haz preguntas.
Las preguntas pueden abrir la puerta a conversaciones significativas. Algunas ideas son:
Recuerda depender de Dios.
Pide a Dios que guíe tus palabras y prepare los corazones de quienes te escuchan.
Hablar de Jesús no tiene que ser complicado ni intimidante. Esta Navidad, pide a Dios que te muestre oportunidades para compartir Su amor con quienes te rodean. Ya sea un vecino, un amigo o un familiar, confía en que Dios te dará las palabras y el momento adecuado.
Recuerda: la Navidad es el regalo perfecto para dar el mejor mensaje de todos.
“¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:14)
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