Recién cuando le entregué mi vida a Cristo, yo sentía tanta emoción por compartir del Evangelio a muchos de mis amigos y conocidos, me emocionaba poder compartirles el gran amor de Cristo y que ese amor no solo era para mí, sino que este inmenso amor era para todos, pero con el tiempo esa emoción iba cambiando, porque cada vez que buscaba compartirles a mis compañeros de Universidad o amigos, ellos me miraban feo o me rechazaban, hasta me dejaban de hablar, así que comencé a dejar de compartir todo aquello que me causaba tanta emoción y me lo guarde durante mucho tiempo.
Hasta que un día en la Universidad conocí de algunos amigos que se reunían en la universidad para hablar de la Palabra de Dios y que les gustaba compartir a más universitarios sobre el gran amor de Cristo, ellos me dieron algunos tips, que me ayudaron a volver a animarme a hablar de Dios en mi universidad y de cómo podría compartir del evangelio:
Fortalece tu relación con Dios: Si bien todos sabemos que es importante nuestra relación con Dios, a veces olvidamos en que debemos ser constantes. Tener una relación con nuestro Padre puede darnos la confianza necesaria para compartir del evangelio. Pasa tiempo en oración y estudio de la Biblia para fortalecer tu relación con Dios. Recuerda que estás cumpliendo con la Gran Comisión (Mateo 28: 19-20) y que Dios está contigo en este proceso (Mateo 28:20)
Utiliza un enfoque más natural y relaciónate: Puede ser que en algún momento has llegado a compartir del evangelio de manera confrontativa, y discutiendo, pero en lugar de abordar de esa manera a las personas, trata de buscar oportunidades en tus conversaciones, ser asertivo, trata de ser intencional para llegar a esas charlas. Una clave para compartir del evangelio con tus amigos es teniendo una relación personal, teniendo más confianza con tus amigos íntimos o compañeros, habla del evangelio en el contexto de tu vida diaria, de manera que puedas mostrar tu experiencia y testimonio.
Estudia de la Palabra: si queremos compartir de Cristo y de lo que hizo por nosotros, debemos de saber su vida, sus milagros, y para saber esto debemos de conocer bien el Evangelio y de su Palabra. Te animo a memorizarla.
Testimonio: Tu testimonio es irrevocable y poderoso, practica tu testimonio y cómo el evangelio ha impactado tu vida. Esto te dará más seguridad y reducirá tu ansiedad.
Acepta el rechazo con gracia: Probablemente esta sea una de las razones por las que más miedo te da compartir del evangelio pero recuerda que no estamos llamados para convertir a las personas, sino a compartir el mensaje. La conversión es obra del Espíritu Santo, acepta el rechazo con gracia y recuerda que hasta los apóstoles de Cristo fueron rechazados, pero Cristo nunca los abandonó, cuanto menos a ti, que estás haciendo su mandato síguelo con la misma compasión y amor.
Busca apoyo en tu comunidad: Una de las cosas que más me ayudaron a compartir con otras personas, fue el apoyo de mis amigos de Cru, ellos fueron de ánimo y consejo para mi vida. Además de que a veces hacíamos actividades grupales de evangelismo, esto me ayudó a tener más valor y a no sentirme sola.
Herramientas de evangelismo: Como te lo menciona en el número anterior, mis amigos de Cru realizamos actividades de evangelismo, con algunos recursos que el ministerio tiene, una de los recursos que más utilizamos al compartir del evangelio es Solarium o imagen encuesta, es un juego de cartas donde con imágenes pueden ir haciendo preguntas personales, para después poder compartir del evangelio, te dejo aquí la página de Cru donde puedes encontrar los recursos, además también puedes compartir del evangelio por medio de las redes sociales o a través de tus dispositivos móviles, aquí puedes encontrar y explorar más estas herramientas.
Superar el miedo al rechazo al compartir de tus creencias, se requiere tiempo y práctica, sobre todo una profunda confianza en Dios. Pero sé que con amor, preparación y apoyo, puedes encontrar esa valentía que necesitas para compartir tu fe de manera más segura y auténtica. Confía en Dios porque Él siempre te acompaña hasta el fin del mundo (Mateo 28: 20)
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