En pocas palabras, la oración es comunicarse con Dios. Cuando oramos, expresamos nuestra devoción a nuestro Padre celestial. También lo invitamos a hablar con nosotros mientras nosotros le hablamos a Él.
Aunque Dios está trabajando para atraernos hacia Él mucho antes de que recibamos a Jesús como Salvador, la relación con Él no comienza verdaderamente hasta el momento de la salvación (Juan 14:6). Orar con un corazón limpio también es vital para una oración exitosa. No podemos esperar que Dios responda nuestras oraciones si hay algún pecado no confesado en nuestra vida o si albergamos un espíritu de falta de perdón (Salmo 66:18; Marcos 11:25).
Para que Dios responda nuestras oraciones, debemos tener un corazón creyente y pedir según Su voluntad (Mateo 9:29; 21:22; 1 Juan 5:14-15).
La Palabra de Dios nos ordena orar (Lucas 18:1; Hechos 6:4; Marcos 14:38; Filipenses 4:6; Colosenses 4:2; 1 Timoteo 2:1-2).
Oramos para tener comunión con Dios, recibir nutrición y fortaleza espiritual para vivir una vida victoriosa. También oramos para mantener valentía en nuestro testimonio vital para Cristo.
La oración libera el gran poder de Dios para cambiar el curso de la naturaleza, las personas y las naciones.
Oramos al Padre, en el nombre del Señor Jesucristo, a través del ministerio del Espíritu Santo. Cuando oramos al Padre, nuestras oraciones son validadas por Jesucristo. Son interpretadas ante Dios el Padre por el Espíritu Santo. (Romanos 8:26-27, 34).
La Palabra de Dios nos ordena "Orad sin cesar" (1 Tesalonicenses 5:17). Podemos estar en oración a lo largo del día, expresando y demostrando nuestra devoción a Dios mientras realizamos nuestras tareas diarias.
Dios desea que estemos en contacto con Él constantemente, dondequiera que estemos. Podemos orar en el automóvil, mientras lavamos los platos o mientras caminamos por la calle.
Aunque la oración no puede reducirse a una fórmula, ciertos elementos básicos deben incluirse en nuestra comunicación con Dios:
Adoración
Adorar a Dios es adorarle y alabarle, honrarle y exaltarlo en nuestro corazón y mente, y con nuestros labios.
Confesión
Cuando nuestra disciplina de oración comienza con adoración, el Espíritu Santo tiene la oportunidad de revelar cualquier pecado en nuestra vida que necesite ser confesado.
Acción de gracias
Dar gracias a Dios por quién es y por los beneficios de pertenecer a Él nos permite reconocer que Él controla todas las cosas, no solo las bendiciones, sino también los problemas y adversidades. Al acercarnos a Dios con un corazón agradecido, Él se convierte en nuestra fortaleza.
Súplica
La súplica incluye la petición por nuestras propias necesidades y la intercesión por los demás.
Ora para que tu ser interior sea renovado, siempre sensible y fortalecido por el Espíritu Santo. Ora por los demás: tu cónyuge, tus hijos, tus padres, vecinos y amigos, tu nación y aquellos que tienen autoridad sobre ti.
Ora por la salvación de almas, por una oportunidad diaria para presentar a otros a Cristo y al ministerio del Espíritu Santo. Por último, ora por el cumplimiento de la Gran Comisión.
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