Hace algunas semanas, la artista mejor conocida como Mon Laferte, en medio de la gira promocional de su nuevo disco, estuvo por algunos días en Chile. Fue especialmente significativo su paso por la ciudad de Antofagasta, donde tocó en las calles como una artista callejera: sin maquillaje, sin guardaespaldas, sin nadie a su alrededor. Era simplemente una cantante callejera con una guitarra, interpretando sus canciones. Estuvo allí durante largo rato, sin que las personas siquiera se dieran cuenta de que era ella. De hecho, una señora se acercó y la felicitó por lo que estaba haciendo, sin darse cuenta de que era la misma Mon Laferte. Finalmente, alguien reconoció sus tatuajes y se dio cuenta de que era ella, a lo que se aglomeró una buena cantidad de personas.
Esta historia me recuerda mucho a lo que veremos en esta corta reflexión sobre dos amigos que, saliendo de la ciudad de Jerusalén camino a Emaús, se encuentran con un hombre que no reconocen, pero que resulta ser la persona más importante del mundo. En el Evangelio de Lucas (24:13-35), encontramos una historia que nos invita a ver cómo Jesús está vivo y presente, incluso en medio de nuestras mayores tristezas. Este relato del camino a Emaús nos muestra cómo podemos encontrar a Jesús en la Biblia, en la comunidad y en nuestros momentos de dolor.
Nos encontramos con dos discípulos, Cleofás y otro no identificado, que salen de Jerusalén tras la crucifixión de Jesús. Jerusalén, que antes simbolizaba esperanza y milagros, se ha convertido en una ciudad de dolor y decepción para ellos. Este cambio de significado es algo con lo que muchos de nosotros podemos relacionarnos: lugares y experiencias que alguna vez fueron positivos se vuelven difíciles de soportar tras una pérdida o trauma.
Cleofás y su compañero deciden huir a Emaús, buscando escapar del dolor. Sin embargo, mientras caminan, se les une un forastero. Este hombre, que no reconocen, parece ignorar los eventos recientes. Aquí, el relato nos invita a reflexionar: ¿cuántas veces intentamos evadir nuestra realidad dolorosa, sin darnos cuenta de que Jesús está caminando a nuestro lado, listo para ofrecernos consuelo y comprensión?
A lo largo del camino, los discípulos comparten con el forastero su profunda desilusión. Hablan de sus esperanzas rotas, de cómo esperaban que Jesús fuera el liberador de Israel. Este sentimiento de sueños rotos es algo que todos hemos experimentado en algún momento: expectativas no cumplidas, metas no alcanzadas, y el dolor que eso conlleva.
El forastero, que en realidad es Jesús, escucha pacientemente. No los interrumpe ni minimiza su dolor. En cambio, les explica las Escrituras, mostrándoles que su sufrimiento tiene un propósito mayor en el plan de Dios. A través de esta conversación, Jesús transforma su comprensión y les ofrece una nueva perspectiva. ¿Cuántas veces, en nuestros momentos de confusión y pena, hemos buscado respuestas en la Biblia, encontrando en ella un consuelo inesperado y una guía para nuestros corazones atribulados?
Al llegar a Emaús, los discípulos invitan al forastero a quedarse con ellos. Al partir el pan, sus ojos se abren y reconocen que es Jesús. Este momento de revelación es poderoso: en un simple acto de comunión, Jesús se da a conocer.
Este encuentro transforma a los discípulos. Sus corazones, antes llenos de pena, ahora arden con esperanza y alegría. Aunque Jesús desaparece de su vista, su presencia permanece en sus corazones. Este relato nos recuerda que, incluso en nuestros momentos más oscuros, podemos encontrar a Jesús vivo en nuestras vidas. Él está presente en nuestros dolores y alegrías, y su amor y consuelo pueden transformar nuestras penas en esperanza.
La historia del camino a Emaús nos ofrece tres grandes enseñanzas: primero, evadir la realidad no nos ayuda a escapar del dolor, pero Jesús está con nosotros, incluso cuando intentamos huir. Segundo, nuestros sueños rotos y desilusiones pueden encontrar sentido y propósito en el plan de Dios, especialmente cuando buscamos consuelo en la Biblia. Y tercero, Jesús puede revelarse en los momentos más simples y cotidianos, transformando nuestro dolor en esperanza.
¿Qué podemos aprender y aplicar de esta historia en nuestras vidas hoy? Primero, debemos recordar que Jesús está con nosotros, incluso cuando no lo reconocemos. En nuestros momentos de mayor dolor y desilusión, él camina a nuestro lado. Al igual que los discípulos, debemos estar abiertos a escuchar su voz y a buscar consuelo en las Escrituras.
Segundo, debemos estar dispuestos a invitar a Jesús a nuestras vidas, especialmente en nuestros momentos de mayor necesidad. Al hacerlo, podemos experimentar su presencia transformadora, que convierte nuestro dolor en esperanza.
Finalmente, te invitamos a reflexionar sobre tus propias experiencias de dolor y evasión de la realidad. ¿Cómo ha estado Jesús presente en tu vida, incluso cuando no lo reconocías? Te animamos a compartir tu historia con nosotros y a visitar nuestro artículo sobre cómo encontrar esperanza en medio de la tragedia.
Para más recursos y apoyo, visita Tragedia - Cada Estudiante. Aquí encontrarás artículos y testimonios que pueden ayudarte a ver cómo Jesús está vivo y presente, incluso en los momentos más difíciles.
Gustavo Sánchez
Estrategias Digitales
Coordinador Cru Chile
gustavo.sanchez@cru.org
©1994-2020 Cru. All Rights Reserved.