La oración tiene un poder transformador. No solo mueve montañas; conecta a las personas, une a comunidades y abre caminos donde parecía no haber ninguno. En el libro de los Hechos, capítulo 12, encontramos una historia fascinante que revela cómo la oración ferviente de una iglesia puede desatar el poder de Dios en situaciones imposibles. Esta verdad la vemos no solo en las Escrituras, sino también en la vida de personas como el Hermano Andrés, conocido como el “Contrabandista de Dios”.
El Hermano Andrés, un hombre apasionado por llevar el evangelio, dedicó su vida a llevar Biblias a países donde estaban prohibidas. Durante la Guerra Fría, conducía un pequeño Volkswagen azul cargado con materiales evangelísticos hacia la Unión Soviética, donde estos libros eran considerados ilegales.
Cada vez que se encontraba en un puesto de control, enfrentaba el riesgo de ser descubierto y encarcelado. Pero Andrés confiaba en la oración. Una de sus plegarias más conocidas era:
“Señor, Tú le diste vista a los ciegos; haz que estos guardias pierdan la vista para que no vean lo que llevo en el auto”.
Una y otra vez, los guardias revisaban su coche, veían las Biblias y, de alguna manera, lo dejaban pasar. Dios obraba milagrosamente, permitiendo que el evangelio cruzara las fronteras. Pero este trabajo no era solo suyo. La iglesia detrás de él oraba fervientemente, pidiendo a Dios protección y puertas abiertas. Este esfuerzo conjunto de oración y misión es un reflejo moderno de lo que vemos en Hechos 12.
En Hechos 12, la iglesia enfrentaba una situación similar. Herodes Agripa I, buscando ganarse el favor del pueblo judío, ejecutó a Jacobo y arrestó a Pedro. Este no era un arresto cualquiera. Pedro fue encadenado entre dos soldados y custodiado por varias rondas de guardias. Pero mientras Herodes creía tener el control, la iglesia se unió en oración constante, clamando a Dios por Pedro.
En medio de esta crisis, Dios respondió de manera milagrosa: un ángel liberó a Pedro de la prisión. Este milagro no solo lo rescató físicamente; también reafirmó la fe de la comunidad, recordándoles que la oración ferviente tiene un impacto real y profundo.
La soberanía de Dios es un misterio. En este relato, Pedro fue liberado, pero Jacobo no. De manera similar, el Hermano Andrés cruzaba fronteras milagrosamente, mientras otros misioneros, como Richard Wurmbrand, sufrían años de encarcelamiento y tortura por predicar el evangelio. ¿Por qué Dios obra de manera diferente en cada caso? No siempre lo sabemos, pero confiamos en que Su plan es perfecto.
El llamado no es entender cada detalle, sino orar con fe y dejar los resultados en Sus manos. Pedro no sabía cómo sería liberado, pero confió y siguió las instrucciones del ángel, aunque al principio pensaba que era un sueño. Esto nos enseña que debemos caminar en fe, incluso cuando no comprendemos completamente lo que Dios está haciendo.
Cuando Pedro fue liberado, no huyó ni se escondió. Su primera acción fue buscar a la comunidad de creyentes que estaba orando por él. Este gesto nos muestra que la iglesia es esencial en tiempos de crisis. La oración no es solo un acto individual; es un esfuerzo colectivo que fortalece y une al cuerpo de Cristo.
El Hermano Andrés también dependía de una red de creyentes que intercedían por él. Su misión no habría sido posible sin la cobertura espiritual de aquellos que oraban fielmente por su protección y éxito.
La historia de Pedro y la vida del Hermano Andrés nos inspiran a ser personas de oración ferviente. Aquí hay algunas maneras en que podemos aplicar esta enseñanza en nuestra vida personal, congregacional y como cuerpo de Cristo:
A nivel personal: Lleva un diario de oración donde registres las peticiones de los misioneros y las respuestas de Dios. Es asombroso ver cómo Él obra a través del tiempo. Así como el Hermano Andrés llevaba un registro de sus viajes, haz un seguimiento de tus oraciones para ver el impacto que tienen.
A nivel congregacional: No solo oren por los misioneros; mantengan contacto regular con ellos. Pregunten por actualizaciones, celebren sus victorias y sigan intercediendo en sus desafíos. Imaginen el ánimo que sentirán al saber que una iglesia no solo ora por ellos, sino que los acompaña en cada paso.
A nivel nacional: Movilicemos a otras iglesias para orar por la misión global. Organicemos eventos anuales donde congregaciones de diferentes contextos se reúnan para interceder, compartir testimonios y renovar su compromiso con la Gran Comisión. Chile tiene el potencial de ser un faro de oración y misión en América Latina.
Hechos 12 y la vida del Hermano Andrés nos muestran que la oración ferviente no es un acto pasivo; es un arma poderosa que Dios utiliza para transformar vidas y naciones. Hoy, más que nunca, necesitamos iglesias que oren unidas, creyentes que intercedan con pasión, y comunidades que celebren juntos las respuestas de Dios.
¿Estás dispuesto a ser parte de esta misión? Ora con fe, ora con persistencia y confía en que Dios sigue actuando y cambiando vidas. Porque cuando la iglesia ora unida, el cielo se abre, las cadenas se rompen y el evangelio avanza, hasta los confines de la tierra.
Gustavo Sánchez
Estrategias Digitales
Coordinador Cru Chile
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