Las escrituras ilustran ampliamente los efectos físicos adversos de no confesar nuestros pecados y obstinadamente negarse a girar a la de ellos.
Considerar los Salmos 32:3-4: "Mientras callé por mi pecado, mi cuerpo consumido por mi gemir todo el dia. Para día y noche tu mano pesaba sobre mí; mi vitalidad se drenó lejos como con el calor de la fiebre del verano."
También considere Salmos 38:3-7: "hay no hay solidez en mi carne a causa de tu indignación; hay no hay salud en mis huesos debido a mi pecado. Por mis iniquidades se han ido encima de mi cabeza; como una pesada carga que pesan demasiado para mi. Mis heridas crecen malas y supurar. Debido a mi locura, estoy doblada sobre y se inclinó mucho hacia abajo; Sigo llorando todo el dia. Para mis lomos están llenos de ardor; y hay no hay solidez en mi carne. "
El antídoto contra el sufrimiento físico causado por el pecado no confesado es simplemente confesar el pecado y a su vez, ya que, "Si confesamos nuestros pecados él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad" (1 John 1:9).
El perdón de Dios nos libera de sentimientos de culpa y lo pide la salud física. De hecho, David específicamente observó esto en 32:5 de Salmos: "entonces mi pecado a usted y no cubren para arriba de mi iniquidad. Dije: "Confesaré mis transgresiones a Jehová". Y perdonó la culpa de mi pecado."
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