Hay muchas barreras para conectar genuinamente con otras personas. En nuestro mundo moderno, la tecnología y el ajetreo nos roban oportunidades para estar completamente presentes e interactuar con las personas que nos rodean.
Todos anhelamos relaciones profundas con los demás, pero si queremos derribar las barreras que nos impiden compartir nuestro verdadero ser, debemos identificar las raíces del problema. Debemos tratar la enfermedad, no solo los síntomas.
Uno de los problemas fundamentales más comunes que nos impide conectar con los demás es el miedo. Tememos el rechazo, el fracaso o ser juzgados. Tememos la incomodidad de las nuevas situaciones o que no seremos lo suficientemente buenos.
Una de nuestras necesidades más profundas es ser conocidos y amados. Desafortunadamente, a menudo estamos tan paralizados por nuestros miedos que no podemos o no queremos correr los riesgos necesarios para encontrar el tipo de relaciones genuinas que anhelamos.
Tenemos esta profunda necesidad de conexión porque Dios nos creó para necesitar a otros y necesitarlo a Él. Tememos abrirnos porque vivimos en un mundo de relaciones rotas que no reflejan las relaciones que Dios tenía previstas para nosotros.
Según la historia bíblica de los primeros seres humanos, empezaron en una relación perfecta con Dios. Eventualmente rompieron esa relación al creer mentiras sobre Él y traicionarlo. Cuando se dieron cuenta de lo que habían hecho, el miedo entró en sus vidas y su respuesta fue esconderse literalmente de Dios para que no viera sus errores.
Todavía nos estamos escondiendo de Dios y de los demás. Cualquiera puede mirar a su alrededor y ver que nuestro mundo está lleno de relaciones rotas, que es fácil ponerse una máscara con otras personas y esconderse de Dios.
Solo cuando superamos nuestros miedos y dejamos de escondernos, podemos experimentar la alegría de una conexión más profunda con Dios y con los demás.
La buena noticia es que no estamos condenados al aislamiento. Jesús superó nuestras debilidades y abrió un camino para que tengamos una relación con Dios nuevamente. Dios nos ofrece a cada uno de nosotros una relación con Él, pero cada uno debe decidir si está dispuesto a dejar de esconderse y aceptarla.
Solo cuando superamos nuestros miedos y dejamos de escondernos, podemos experimentar la alegría de una conexión más profunda con Dios y con los demás.
A muchos de nosotros nunca se nos ocurrió que podría haber algo más profundo que las distracciones superficiales de la vida que nos impiden conectar con los demás. Entonces, ¿cómo identificamos los miedos que subyacen en nuestro uso excesivo de la tecnología y la atracción de la ocupación?
A continuación, se presentan algunas áreas para comenzar a reflexionar y ayudarte a construir relaciones más profundas y evitar el aislamiento.
Miedo a perderte algo: ¿Cuánto tiempo pasas en la tecnología durante el día? ¿Te está impidiendo el tiempo que pasas en las redes sociales tener relaciones con personas "reales"? Encuentra perspectiva y busca ayuda para lidiar con la atracción de las redes sociales.
Miedo al rechazo: ¿Esperas a que las personas vengan a ti? ¿Tienes miedo de lo que dirían las personas si te acercaras a ellos? Tienes valor en las relaciones y tienes mucho que ofrecer a los demás. Da un paso de fe y contacta a alguien con quien te gustaría pasar tiempo. Considera unirte a un grupo en tu área donde puedas conocer gente nueva, o encuentra una comunidad Cru. Lee más sobre dónde proviene tu verdadero valor.
Miedo al fracaso: ¿Mantienes tu agenda tan llena que no tienes tiempo para estar con las personas? ¿Tienes tanto miedo de fallar que sacrificas momentos de conexión con aquellos que significan más para ti? Aprende a ser intencional sobre cómo crear más espacio en tu vida.
Miedo al juicio: ¿Tienes relaciones pero descubres que escondes una parte de ti mismo de ellos? ¿Tienes miedo de que las personas no acepten quién eres realmente? La profundidad en las relaciones llega cuando somos vulnerables entre nosotros. Da un paso hacia un amigo de confianza y comparte una parte de ti que necesita ser conocida. Lee más sobre cómo abrirte a Dios y a los demás.
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