No sé si te sucede, pero con la llegada de diciembre, entramos en un modo de anticipación y expectativas por las Fiestas. En mi familia, de clase trabajadora y bastante humilde, la celebración no tenía tanto que ver con los regalos, la comida o el baile, sino con la oportunidad de estar juntos. Uno de mis recuerdos favoritos de las Fiestas era escuchar la radio con mi familia en los minutos previos mientras hacían la cuenta regresiva en Nochebuena esperando la llegada de la Navidad. En esa medianoche oramos juntos y luego nos abrazamos. Ese abrazo sincero, contenido de todo el año y con una felicidad extrema. Los primeros a quienes buscaba en el desfile eran siempre mis papás y mis hermanos.
Desde la llegada de la pandemia la anticipación es diferente. Quizás celebración y la expectativa se mezclan con el dolor. La tristeza profunda de haber perdido a mi papá por complicaciones de Covid. Un año atrás ni siquiera me imaginaba que estaría escribiendo este artículo en estas fechas. Es que nuestras vidas han cambiado tanto. Conozco muchísima gente que ha perdido a alguien directo o alguien muy querido. La realización más sensible de la pandemia y la más profunda quizás, fue darnos cuenta que tan frágiles somos los seres humanos.
La historia bíblica de Navidad es un relato de fragilidad y de dolor, que da paso a la esperanza. La llegada de Jesús a este mundo como un bebe, frágil y necesitado, contrasta con la llegada de un rey ostentoso. Es que Dios eligió hacerse uno de nosotros para llegar a nosotros. Mientras la mayoría de las religiones y filosofías son intentos humanos de llegar a Dios, en la Biblia encontramos a Jesús que nace de una virgen para acercarse a nosotros.
Quizás te ha sucedido, pero la Navidad puede girar en torno a muchas cosas. A la familia, a los regalos, a la fiesta, a la comida, a disfrutar y celebrar algo, a ver y estar con seres queridos y amigos. Pero se vuelve especial cuando podemos enfocar la Navidad en Jesús.
Jesús no es indiferente a la pérdida, y a él también le dolía, en Juan 11:35, el versículo más corto pero con un significado muy profundo, la biblia registra que Jesús lloró por la perdida de uno de sus amigos, Lázaro, aun sabiendo que regresaría a la vida.
Estoy seguro de que esta Navidad y probablemente todas las que vengan, cuando llegue ese momento de abrazarnos, varias lágrimas van a recordar a mi papá, a quienes no están con nosotros o a quienes están lejos. Y ese dolor, esa interminable tristeza también atenta con robarse o distraernos del verdadero sentido de la Navidad. Para aquellos que creemos en Dios, nos queda la esperanza de que vamos a volver a ver a quienes creyeron en Él.
Va a ser una Navidad diferente. Pero quisiera animarte (y me lo estoy diciendo también a mi mismo) a pensar que se trata de Jesús. Él te ama y tiene un plan para todas estas experiencias que llamamos vida. Dios conoce de nuestro sufrimiento y de todas las cosas que nos causan dolor, pero no estamos solos.
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Felices fiestas,
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